Nos dice el papa, que para que se realice la comunión con Dios mediante la eucaristía, es necesario, primero, la vida de gracia en nosotros, y la práctica de las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad. Sólo si estamos en gracia, podremos obtener verdadera comunión con la Trinidad en cada celebración eucarística.
El papa cita las palabras de San Juan Crisóstomo: “También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el Cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo”.
Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica establece: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”. Es decir, debe reconquistar la gracia de Dios, perdida, pisoteada, despreciada, escupida por el pecado grave. Y esto se logra mediante la confesión sacramental.
Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica establece: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”. Es decir, debe reconquistar la gracia de Dios, perdida, pisoteada, despreciada, escupida por el pecado grave. Y esto se logra mediante la confesión sacramental.